viernes, 15 de febrero de 2013

Guerreros de hoy en día.


Tengo dos grandes pasiones en mi vida, pero pasiones de verdad, de esas que te hacen creer que sirves para ello, de las que llevas tan adentro, que apenas  caben, y te rezuman por los poros, cual sudor amoroso…(joder, que cursi) como el sudor que produce un polvazo agotador una insomne madrugada de verano. Una de ellas es la música. La otra, aprovechando que ahora no me ve, y más importante que la anterior, diré que es lo que más amo sobre todo lo que se halla en este pedrusco perdido en una esquinita de la vía láctea. Como no, una mujer. Mi mujer. Pues bien, en una ocasión, hace unos años (si digo, unos “cuantos” años, hago que el lector piense que ya estoy mayor, y tampoco es para tanto, pero si, unos cuantos ya) esta mujer, de nombre te amo, y apellidos otro día más a tu lado que no es poco, en un pequeño pero lógico por la edad en ese momento, arrebato de posesión hacia mi persona, y viendo que la música se apoderaba de mi ser de una manera casi irracional, me cuestionó lo siguiente: “Si apareciera alguien, así, por arte de magia, y te diera a elegir entre la música o yo…¿Qué escogerías?” Mi respuesta fue inmediata, tajante, y acorde con lo que sigue en este escrito: “Le daría una patada en los cojones a ese alguien. No me resigno a tener que elegir sin luchar” Todo esto, aunque suene a rollo, tiene que ver con algo, que a buen seguro el que este leyendo esto ya sabe, por lo que se deduce que no estoy descubriendo nada. Realmente los tiempos no han cambiado tanto, desde hace siglos, y por muchos avances tecnológicos que la humanidad haya conseguido, nuestra evolución solo es palpable en nuestra forma de vivir, y por ende, por ejemplo, en nuestra esperanza de vida, pero no en nuestro comportamiento básico. Seguimos siendo guerreros, nos seguimos dando de hachazos por cosas sin importancia, pero también seguimos luchando en el campo de batalla por cuestiones de mucha transcendencia. La anécdota que he contado sobre elegir (quizá de forma extensa, en mi ánimo solo está la intención de ser ameno) tan solo es un ejemplo de que cuando nos dan a escoger de una forma injusta, sigue aflorando el espíritu de lucha, seguimos desenvainando la espada, pero en vez de afilarla, y esgrimirla, la escribimos, o la publicamos. Pongamos por ejemplo una cuestión: El voto. Cuando nos dicen que debemos elegir a nuestros gobernantes. ¿Debemos? ¿Cómo que debemos? Será si queremos, eso para empezar, para dejar claro que quién tiene el poder es el pueblo, el ejército más numeroso. Una vez que has solucionado tu decisión de votar o no, en libertad, te dan a elegir, una vez más, una serie de opciones dentro de un sistema, es decir, vota o no votes, si votas, hazlo positivamente, o hazlo en blanco, o vota nulo. Pero siempre dentro de un sistema, un sistema que parece que sea el único, no nos dan a escoger. El sistema falla, pues le da la razón a la mayoría, y de un tiempo a esta parte, la mayoría se equivoca bastante. Es entonces cuando salimos a la calle, a las sedes institucionales, a las puertas de los castillos que guardan al tirano, y entre la muchedumbre cada vez más hambrienta, se sustituyen las puntas de lanza, las espadas en alto y las antorchas, por pancartas llenas de decepción, ira, agonía, pero se siguen enarbolando estandartes, banderas, símbolos, que identifican a una o varias generaciones, a familias, a clanes, igual que hace siglos. De la misma forma los reyes y señores feudales siguen entre nosotros, teniendo su castillo, interminables extensiones de tierra, y un pueblo sumiso y callado, al que continúan teniendo esclavizado. Antaño, de vez en cuando el rey salía de su guarida y repartía pan. Ahora concede comisiones, trabajo a incompetentes puestos a dedo, y  dispone de una cuadrilla de consejeros, carroñeros, cabezas de turco que limpian su imagen, y que como antiguamente, ponen su vida fielmente en manos de su señor. No todos podemos ser guerreros, pero sabemos muy bien quienes somos, y si el campo de batalla ha cambiado, las luchas también. Hemos transformado la debilidad en una virtud, la palabra, por su lentitud, a veces no sirve, y la mentira, es un virus que ha contaminado todo aquello por lo que pelean los hombres y mujeres de verdad, los que quieren sacar su espíritu por motivos que valgan la pena, no para convertir las calles en un manicomio donde cuatro espantapájaros con ganas de chillar calmen su frustración, para luego salir corriendo. Si el cacique saca sus fuerzas, démosle lo que quiere, vamos a decirle quien es la mayoría, si tanto se empeña en saberlo. Si somos guerreros de hoy en día, hagamos la guerra, pero de verdad, sin gestos grotescos, sin esconderse, de cara, y directos a vender cara nuestra vida. Quizá haya llegado el momento de afilar la espada, y que la pluma tenga que retirarse un momento. Quizá mañana esa pluma pueda volver a escribir sobre guerreros de hoy en día, mientras dedica unas líneas a contar una verdadera evolución, pero no de nuestro modo de vida, si no de nuestro comportamiento, nuestras ideas, y nuestro tiempo. Puede que esta vez, si estemos obligados a elegir.

Escrito por Jose Luis Huerga

lunes, 28 de enero de 2013

La risa mas fría del mundo.

"Esta texto lo escribí un par de días antes de cancelar mi cuenta de Facebook"


Seguramente, y será lo más normal, a nadie le importe una mierda lo que aquí está escrito. Y digo esto porque en esta pantomima que es Facebook, y aunque se presuma como una herramienta de comunicación, se esta tan solo como en la vida real, o dicho de otra manera, como en el dia a dia. No voy a entrar en discusiones sobre si es o no realmente un medio para conocer a buena gente, aunque particularmente no creo en la existencia de esto último, salvo algunas excepciones. Estoy de acuerdo cuando se dice que puedes conocer a gente que está lejos, cuando en otras épocas esto se antojaba mucho más complicado, incluso estoy de acuerdo también cuando se afirma que es un buen trampolín para darte a conocer, si te dedicas a tareas artísticas, por poner un ejemplo. Pero…tener un “amigo” con un “click”? La amistad hasta no hace mucho había que ganársela, trabajarla, cuidarla y saber mantenerla. ¿Como vas a llamar amigo a alguien que ni siquiera estas mirando a los ojos cuando hablas con el? ¿Que realmente no sabes ni quien es? Demasiado frio, demasiado calculado el hecho de estar hablando, perdón…escribiendo una conversación, y hablar de cosas, que sin darnos cuenta pueden ser tan privadas, y a la vez tan públicas, depende de quien tenga ganas de amargarte la existencia, y de si tiene o no un buen dia. Ya no soporto el hecho de conectarme, abrir la pantalla de inicio, ver uno o dos comentarios, o post, o links, o como cojones se le llame a cada cosa que se pone, que valen la pena, y que lo demás sean supinas estupideces, seguidas de comentarios mas o menos jocosos, pero casi siempre escritos desde la ignorancia, sin saber que siente o piensa la persona que ha compartido esos links. Es como si muchos quisieran hacer participes a los demás de su propio aburrimiento, de su maldita y vacia vida, burlándose a propósito de cosas serias, o tomando en serio de forma prepotente e importanciosa, el sentido del humor de alguien que quizá, y de forma excepcional, pueda ser especial,  que haya querido hacer un apunte inteligente, que no sea uno mas en esta cena de los idiotas que es Facebook. Bien protegidos están los falsos, pues sus mascaras no cuestan el esfuerzo de la teatralidad en la vida real, aquí no hace falta forzar la sonrisa, aquí se ocultan con palabras, y las palabras sin saber de quién vienen, son tan falsas como ciertas, o tan ciertas como se quieran ver. Lo que mas me asusta de todo, son las risas, esas risas escritas, sin sonido, mudas de emoción, dos teclas pulsadas de forma casi histérica, automática, sin el vaho que se desprende al reir en una noche de invierno, mientras fumamos en la calle a la puerta del bar (maldita sea la ley antitabaco dicho sea de paso) y nos burlamos de nosotros mismos por fumar, y jodernos de frio a la vez. Entramos entre carcajadas, pedimos otra cerveza, y le decimos al dueño que se deje de mariconadas y ponga Slayer. Se vuelve a escuchar otra risa autentica, la de los demás burlándose del dueño, y la de el mismo por tener unos clientes tan….en el bar, o donde sea, te ries de verdad, y no estas solo. Aquí estas pensando en  compañía,  sonries a una pantalla, y traduces  en dos letras tu propia alegría, pero sin escucharla. Yo prefiero la soledad, es mas creativa, pero la de verdad, la que proporciona una carretera interminable, que no sepa a donde va, pararme donde primero me parezca, sacar una libreta y un útil de escritura, y dar forma a mis pensamientos, sin tener la pretensión de que algún acompañante los vaya a leer, por lo menos de eso estaré seguro. En esta pantomima que es Facebook, tendrás un millón de amigos, como decía el cantante, y seguramente si caes bien, doscientos millones de comentarios e infinitos me gustas (símbolo idiota donde los haya) pero a los cinco minutos, otra estupidez peor que la anterior, les llamara la atención, y serás olvidado un millón de veces. En la carretera, caes en el olvido por ti mismo, porque eres tu y nadie mas, quien conduce y quien a su vez olvida el silencio que se produce al escribir la risa mas fría del mundo.

Escrito por Jose Luis Huerga

miércoles, 2 de enero de 2013

Libre.


“¿Que es aquello que tanto temen las mentes mediocres? ¿Lo que tanto odian los que siguen la senda de lo establecido? Quizá el miedo a perderse mientras buscan un nuevo horizonte.  Se pierden, si, se desorientan, pero no por las dificultades del camino a recorrer. Se quedan vagando eternamente en un limbo donde no dejan de buscar culpables a su propio temor, cómplices  de su propia causa perdida, de su falta de emociones, de todo aquello que hacen mal, siempre buscando referencias para tener compañeros de viaje mas atrevidos, en los que apoyarse, de los que aprovecharse, para alimentarse de su talento. ¿Qué desprecian aquellos que siempre dictan lo que es imposible a medida de su incapacidad? Que alguien les diga “No es imposible, yo puedo hacerlo, yo trazo mi propio camino, y yo digo lo que puedo intentar o no. Si tu no te ves capaz, quédate, y contémplame al caminar, pero no te acuerdes de mi cuando me veas llegar, ya no responderé, pues mas vale el riesgo de caer bajo la guadaña intentándolo, que sufrir el tédio eterno”. Después de decir esto ante una mayoría ciega, mejor entonces emprende tu nuevo camino sin ni siquiera buscar quién te acompañe, por que ya habrás entrado en la dinámica del odio, el odio que padece aquel que se considera independiente, individual, cauto y desconfiado a todo pensamiento mayoritario solo por el hecho de ser eso, mayoritario. Jamás la gran fila de mentes absorbidas por el pensamiento único perdonará que se ponga en duda la supuesta razón de la mayoría, asi que mejor abandonar la fila, y ser feliz siendo un condenado único, no un ignorante aceptado y entregado a la comodidad que proporciona la maldita placenta de un mundo preñado de estupidez, ignorancia y sucia pero aparentemente cristalina e impuesta felicidad bajo unos cánones hechos a medida de mentes cerradas, pero que siempre tienen la boca abierta. Tortuosa y difícil será la senda de aquel que siempre tenga algo que decir, que opinar, que debatir, que no sea fácilmente maleable, domesticable, que se permita el lujo de ser sincero en su máxima expresión, sin dulzura, sin querer ser y no ser. Sincero solo se puede ser de una manera, y es diciendo la verdad, a veces dolorosa, a veces sublime, pero siempre incontestable, corrosiva si es menester. Mas si dañina es la verdad, peor es la mentira en la cara, y la verdad clavada en la espalda. Quizá en el ultimo lecho, en un desconocido y sucio hospital, solo y cansado, mientras se disfruten las últimas horas con la calma propia de aquel que ha sufrido en vida plena y libremente, pero no ha vivido una muerte larga en esta quimera que llamamos existencia, encuentre a un semejante, un compañero, que aunque sea ya en las últimos recodos del camino recorrido, se puedan reconocer al instante, por una mirada agotada de no comprender, y por un apretón de manos como solo se lo dan los compañeros de verdad, los que viajaron sin complejos por un vasto paramo de mentiras y patrones establecidos. Después se miraran, reirán sus vidas y sus muertes, y sabrán que la respuesta a la primera pregunta, es un hombre libre.

Escrito por Jose Luis Huerga